LA IDEOLOGÍA DE LA HISTORIA

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Algunos escritores o historiadores nos presentan sus obras como “apolíticas”, con la esperanza que de esta manera se le conceda más credibilidad y un carácter científico que en el fondo no tienen, porque la historia no es “científica”.

Contrariamente a lo que nos han querido hacernos creer en relación a la “cientificidad” de la historia, en base a su definición como “la ciencia que estudia el pasado”, podríamos definirla como “la ciencia de la manipulación del pasado para justificar hechos presentes”.

Imaginemos por un momento cómo nos habrían contado la historia si la Alemania Nazi hubiera ganado la Segunda Guerra Mundial o la España Republicana hubiera vencido a los sublevados fascistas. Seguramente no se parecería en nada a la historia que hemos estudiado en los colegios y universidades.

En el Estado español, en los últimos años se está revisando la historia, la de España claro, en referencia principalmente al periodo republicano, la guerra civil y el franquismo, por considerar políticos e historiadores -no exentos de razón- que desde el Estado se habían manipulado los hechos para justificar la Guerra Civil y el Franquismo. Tienen toda la razón del mundo y el derecho a exigir una rectificación histórica que se ajuste a la realidad de lo acaecido, tanto por motivos “científicos” como por reparación a las victimas y a sus familiares.

Pero la memoria de España es muy corta, sobre todo en lo referente a periodos de la historia que contradicen sus pilares fundacionales, la esencia de la Nación Española. Toda la historia de España se escribe y se analiza en función de unos dogmas inquebrantables e indiscutibles: la existencia de España como Nación desde tiempos remotos, desde el inicio de los tiempos, en un concepto casi esotérico, y la Unidad de España como pilar básico de la historia, desde el que se puede justificar cualquier hecho histórico y cualquier política que contraviniera este dogma. Y en esta posición “intelectual” nos encontramos un consenso absoluto, incluso entre aquellos que se andan peleando por la interpretación y revisión de la historia del estado español del siglo XX, entre progresistas y conservadores, entre izquierdas y derechas, entre oficialistas y revisionistas. Todo vale y todo se puede discutir, excepto los dogmas fundacionales del Estado español.

Aquí hemos fijado los parámetros entre los que se puede mover la investigación y la interpretación histórica. Entre estos parámetros se puede discutir, hablar, escribir, publicar y debatir. Pero si sobrepasas la linea marcada te vas a encontrar con todo el peso del Estado, de sus “intelectuales”, de sus grandes catedráticos, de sus medios de comunicación, etc.

Y todo esto viene por la interpretación que unos y otros hacen de hechos tan lamentables como el genocidio que el pueblo andaluz sufrió a manos de los Reyes castellanos y aragoneses, llamados por la historia “Católicos” y la actual celebración que de estos hechos se hace todos los 2 de Enero en Granada.

Para unos, a los que vamos a denominar “nacionalistas reconocidos”, aquellos que asumen su “nacionalismo español”, lo reconocen y lo afirman, la Toma de Granada es la culminación de la “Reconquista”, de la Unidad de España quebrada por una invasión de moros a los que después de la victoria les echamos al mar. Esta visión se fundamenta en los dogmas de la “Invasión de Árabes”, “Reconquista”, “Expulsión de moros” y “Repoblación”. Estos Mitos se convirtieron en historia y posteriormente en Dogma por el interés del Estado español en justificar como una empresa heroica lo que no fue más que un genocidio y un acto de rapiña sobre la población andaluza, así como fundamentar su “empresa” en conceptos ideológicos basados en “una sola nación y una sola religión”. Las obras de Ignacio Olague, Américo Castro, González Ferrín y un largo etc. han desmontado sobradamente los “Mitos Fundacionales del Estado Español”.

Otros “nacionalistas españoles”, los que podemos denominar “anónimos”, aquellos que no se reconocen nacionalistas, que se encuadran en esa categoría social denominada “progres”, que no es otra cosa más que un burgués con mala conciencia, poseedores de un “nacionalismo latente”, reconocen el genocidio sobre el pueblo andaluz, hacen condenas sobre los actos de la Toma en Granada y en otras ciudades andaluzas, abogan por la multiculturalidad, por la Alianza de Civilizaciones, pero sin salirse de los parámetros anteriormente descritos, sin ir a la raíz de la historia, sin plantearse y cuestionarse mínimamente los Mitos Fundacionales y aceptando los dogmas oficiales y el posicionamiento ideológico de los “nacionalistas reconocidos”, la unidad de España, dogma sobre el que se asienta cualquier interpretación de los hechos. De esta forma, por ejemplo, se reconoce el genocidio, se lamentan los decretos de conversión y expulsión, pero se justifica a sus ejecutores, se les valora como “grandes gobernantes”, porque son el pilar sobre el que se basa la nación española, pilar sin el cual toda la estructura montada se desplomaría, y eso les da miedo, prefieren no pensar para no tener que aceptar otra realidad muy diferente, para no tener que enfrentarse con su ideología, con su conciencia, con sus intereses, para no reconocer que han sido víctimas de las mentiras de Estado.

En cuanto al asunto que nos ocupa, el de la Toma, los “nacionalistas anónimos”, al igual que los “reconocidos”, parten de la idea de la unidad atemporal de España y sitúan la guerra de conquista en el contexto de una guerra civil, de una guerra entre hermanos que lamentablemente termina en un genocidio. Y como hay que ser magnánimos y mantener una postura equidistante, no pueden condenar a los agresores porque sería condenar a los que “reconstituyeron” la Unidad de España, gracias a la cual -según ellos y haciendo un alarmante alarde de manipulación y videncia- hoy gozamos de la prosperidad de Occidente.

Se niegan obstinadamente y por los motivos expuestos a reconocer la inexistencia de España en el Siglo XV, no quieren reconocer al Reino Andalusí de Granada como un estado Soberano e Independiente que acepta las Capitulaciones tras meses de asedio militar. Les da miedo situar el conflicto en sus términos reales: las Capitulaciones son acuerdos internacionales entre dos estados soberanos. El incumplimiento de las Capitulaciones por Castilla deja sin efecto las mismas y en derecho procede a restituir la situación anterior. Pero esto es imposible de asumir porque atenta contra el sacrosanto dogma de la Unidad de España y ni unos ni otros, ni los “nacionalistas reconocidos” ni los “nacionalistas anónimos” lo van a reconocer nunca, prefieren una historia a la medida de sus dogmas, una historia ideologizada.

Blas Infante definió magistralmente lo que supuso la conquista cristiana para Andalucía: “¡Las cruzadas! El robo, el asesinato, el incendio, la envidia destructora, presididos por la Cruz.”

Alí Manzano/Identidad Andaluza

8 abril, 2011

Source :

https://identidadandaluza.wordpress.com/2011/04/08/la-ideologia-de-la-historia/#comments

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